- Cuando detrás de un niño “vago” hay un problema de aprendizaje: LA DISLEXIA
Los que trabajamos en Educación somos conscientes de cuantos niños crecen, pensando que son tontos, cuantos niños crecen, oyendo a cada rato “que son vagos”, que “no prestan atención”, que no se esfuerzan lo suficiente. Cuando en realidad, cuando nadie los ve, se están esforzando todo y más, dejando incluso en segundo plano lo más importante, disfrutar de la etapa evolutiva en la que están (con el tiempo de juegos, parque y el tiempo libre que eso conlleva).
La dislexia por definición es una incapacidad especifica del aprendizaje de origen neurobiológico. “Un trastorno del aprendizaje que supone la dificultad para leer a raíz de problemas para identificar los sonidos del habla y para comprender como éstos se relacionan con las letras y las palabras (decodificación)”. Por su puesto, afecta a zonas del cerebro, que procesan el lenguaje”.
Es fundamental que entendamos que, utilizando técnicas muy simples, los niños que sufren dislexia pueden llegar, sin limites donde quieran. También es prioritario, que no hagamos sentir inferior, tonto, o vago, a un niño que simplemente, no rinde al ritmo que los demás le exigimos. Que no tendamos a generar frustración, a un niño que confunde unas letras con otras, o que no es capaz de recordar si una palabra se escribe con v o con v, porque eso, solo generará un problema adicional a lo que a priori solo es un pequeño problema en el aprendizaje.
Cuando observamos lo que sucede en consulta, nos damos cuenta de que estos niños, además de tener “un problemita con la lectura”, suelen ser niños con una habilidad enorme para observar y dar solución a los problemas que se van encontrando por el camino. Están acostumbrados a “sobrevivir” y crear sus propias estrategias, y eso, sin duda, ya les hace grandes.
Se sabe que un 20 por ciento de los alumnos, tiene dificultades en la lectura. Esto debe hacernos pensar y reflexionar. La lectura es una habilidad que sin duda deben de tener adquirida para sobrevivir a un currículo escolar, cada vez mas exigente, siendo ésta una de las destrezas más determinantes en un fracaso escolar. La mayoría de los contenidos del cole se deben de aprender mediante textos escritos. Pero solo el 4% ciento de los alumnos, son disléxicos. Por lo tanto, calma, calma y más calma.
Confundir alguna letra, escribir los números en espejo, o cometer errores en el orden de las letras al leer las silabas, no debe ser razón necesaria y suficiente para diagnosticar la dislexia.
Los niños con un aprendizaje normal muy pronto empiezan a discriminar perfectamente las formas visuales y a asociar éstas con sus sonidos correspondientes, por lo que estas confusiones poco a poco van desapareciendo. Si estas dificultades se mantienen en el tiempo, significa que podría tratarse de un niño disléxico; y convendrá realizar la evaluación pertinente.
Los niños disléxicos, tienen el resto de sus capacidades intactas, pero tienen dificultades para aprender a leer. Estas alteraciones NUNCA son debidas a causas ambientales (es frecuente cuando se entrega el diagnóstico encontrar a familias preocupadas y alarmadas, pensando qué han podido hacer mal, o dónde estuvo el error); pero lo cierto es que si existen diferencias entre los cerebros de los niños disléxicos y los que no; tanto a nivel estructural como funcional.
Es evidente que hay capacidades en las que los niños y las niñas disléxicas suelen ser inferiores a las de un niño/a con un aprendizaje “normal”.
Tienen deficiencias en la memoria verbal a corto plazo, es decir, en la capacidad para retener en un tiempo corto una serie de palabras o dígitos, así como en denominación de objetos. El periodo de la educación infantil es clave en el desarrollo de los niños a nivel psicomotor, intelectual, emocional, y como no, también en el lenguaje. Las actividades que los niños realizan en este momento evolutivo van a modular los trastornos fonológicos que puedan presentar.
En definitiva, la dislexia es un diagnóstico, sí, en muchas ocasiones supone una etiqueta (de lo que se supone que debería poder hacer un niño y qué no). Es positivo tener un diagnóstico para saber hacia donde vamos, y de donde partimos. Pero lo que sin duda es prioritario es entender a estos niños (y a sus familias por el sufrimiento que les supone todo lo que hay alrededor de todo esto), darles las herramientas necesarias para que, en vez de restar, sume, y que la dislexia sea sólo una oportunidad para descubrir las fortalezas personales que hay detrás de estos niños.
No olvidarnos de que cada niño, sean disléxicos, o no, es diferente a otro, y son justo esas diferencias las que les hacen especiales. Hay niños que necesitan aprender de una manera diferente, y ya está, no pasa nada. Sino pensemos… ¿cómo es posible que una persona como Albert Einstein fuera disléxico y haya sido capaz de tener problemas en un aprendizaje al parecer, tan sencillo como la lectura?
Rodearse de los profesionales adecuados, y no dejarse influir por los consejos de aquellos que no son expertos en la materia, debe ser el primer paso para conservar la calma y conseguir los objetivos.
Los niños, son expertos en transformar las debilidades en fortalezas, y somos nosotros, los adultos los que no debemos olvidar que, con las herramientas adecuadas y un buen sistema de trabajo, todo es posible.
VIRGINIA VICENTE ROJO
Psicología educativa en ÁMACO SALUD