En realidad la Dieta Antiinflamatoria no es un plan dietético con el cual conseguir una pérdida o ganancia de peso, sino es una modificación dietética con el fin mejorar las patologías de base inflamatoria. Aunque es totalmente posible compaginar este tipo de dieta con un plan especializado con el cual conseguir una reducción de peso.

Va dirigida a aquellas personas que padecen patologías inflamatorias como la artritis, lipoedemas, linfoedemas, etc. Muchas patologías de base inflamatoria además de seguir este tipo de dietas requieren de otras modificaciones dietéticas que habrían de analizarse en cada caso.

Este tipo de alimentación se basa fundamentalmente en reducir o suprimir el consumo de alimentos proinflamatorios que potencien la patología en sí. Principalmente se compone de alimentos saludables, sin procesar en las que destacan los siguientes grupos de alimentos:

  • Ácidos grasos Omega – 3: pescados azules (sardinas, caballa, salmón), semillas de chía, semillas de lino, aceite de linaza, frutos secos. También se potencia el consumo de alimentos ricos en Omega – 9 como el aceite de oliva virgen extra, aguacate.
  • Las verduras, hortalizas y frutas son fuente de antioxidantes, como por ejemplo lo carotenoides existentes en los tomates, zanahorias, etc.
  • Las hierbas y las especias, como la cúrcuma, el romero, el té, verde o la cayena contienen polifenoles y otros principios activos que reducen la aparición de radicales libres e inflamación.
  • Reducir el consumo de carnes rojas, grasas saturadas y grasas trans (comida rápida, embutidos, bollería…).
  • Reducir el consumo de alimentos refinados como el azúcar blanco, cereales azucarados (cereales desayuno, galletas…), arroz blanco, pan. Es aconsejable evitar el consumo de gluten (trigo, cebada, centeno y avena) y sustituir por otros cereales como el trigo sarraceno, quinoa, espelta, etc.
  • Eliminar el aporte de lácteos y derivados lácteos, café, alcohol, refrescos.

 

Sheila Martín Arroyo

Especialista en Nutrición y Dietética