Motivación infantil y los “generadores de creencias positivas”
La motivación, por definición es “una energía que nos activa, nos mueve y orienta a nuestros actos hacia un objetivo en concreto, este objetivo está siempre relacionado con la satisfacción de nuestras necesidades como seres humanos”.
Los adultos solemos tener “activada” una motivación intrínseca, es decir, nosotros mismos somos capaces de explorar, aprender, y obtener recompensas satisfactorias (tranquilidad, felicidad…). Cuando una persona está motivada intrínsicamente tiene más probabilidades de mantener esa motivación en un nivel alto y lograr así sus objetivos.
Los adultos, nos ponemos metas, objetivos y somos capaces de buscar un porqué que justifique lo que estamos haciendo.
Pero… ¿y los niños? ¿Son capaces de desarrollar este tipo de motivación o necesitan una motivación extrínseca que les ayude a conseguir lo que persiguen?
Observemos lo que sucede en un aula. Reflexionemos.
Lo que en la mayoría de las ocasiones sucede es que en todo proceso de aprendizaje, la motivación de los niños, viene “fuera de ellos”, inducida por el medio, en forma de impulsos y elementos del exterior, que dirigen sus actos para la consecución de un estimulo externo positivo. En la mayoría de las ocasiones suele ser un premio, un regalo, una consecuencia. Y esto, puede ser en momentos, positivo, siempre y cuando no se convierta en una única manera de hacer las cosas.
Desde nuestro punto de mira, el de los profesionales de la educación, psicólogos infantiles, y en definitiva todos aquellos que intervienen en los procesos de aprendizaje de los alumnos, somos responsables, de conseguir que los alumnos consigan trabajar motivados, porque solo asi, conseguirán desarrollar esa motivación intrínseca de la que hablábamos al principio.
Es importante, “enseñar” no solo con la teoría, sino con ejemplos, aprender a aprender, enseñarles habilidades para resolver los problemas que les surjan ( eso les ayudará no solo a aprender a tomar decisiones en el ámbito curricular, sino en la vida), incentivar la participación de los alumnos, y trabajar con mecanismos de evaluación óptimos serán la consecuencia de un aumento de la motivación. Que los alumnos encuentren el sentido a lo que están haciendo es el primer paso para que se sientan actores y actrices principales de su proceso de aprendizaje, y que, por lo tanto, encuentren el sentido.
En su momento, Heckhausen, lo describió en el concepto de “motivación del rendimiento”: “el intento de mantener o aumentar lo más alto posible la propia habilidad en todas aquellas actividades en las cuales se considera obligada una norma de excelencia y en cuya realización, por tanto, puede lograrse o fracasar”.
Rendimiento, aprendizaje y motivación son tres conceptos básicos que no pueden concebirse el uno sin el otro. La motivación del rendimiento es un fenómeno psíquico muy complejo, y a pesar de que no son demasiadas las investigaciones que se han realizado al respecto, los mejores experimentos se han realizado en el aula.
Los profesionales que trabajamos en educación debemos de priorizar el aspecto motivacional en los niños, debemos de saber mirar mas allá, y no establecer etiquetas, ni prejuicios porque, cualquier niño es capaz de conseguir los objetivos. A veces, solo necesitan aprender de una manera distinta. Pero es nuestra obligación encontrar la manera para que así sea. Y no caer en errores. No prejuzgar. No etiquetar. No dar por hecho.
Etiquetar es reducir, simplificar a un niño, en una palabra. Si etiquetamos solo produciremos un efecto negativo y peligroso, que le impedirá avanzar, y por supuesto, que conllevara a “ crear una fuerte desmotivación” en el niño.
Un niño que tiene comportamientos en ocasiones disruptivos no es “un niño malo”, es un niño cuyo comportamiento no es adecuado.
Una niña que tiene errores en matemáticas, no es “ una torpe” , simplemente, alcanzará determinadas habilidades relacionadas con la abstracción más tarde, y no pasa nada.
La forma en la que nos relacionamos con el mundo, la imagen que tienen las personas que nos quieren, o con las que desarrollamos apego, tienen un fuerte impacto en nosotros, en nuestro autoconcepto, especialmente en las edades mas tempranas. Cuando etiquetamos a un niño, estamos creando y proyectando sobre él un espacio con límites, y en la mayoría de las ocasiones, no tienen nada que ver con él, y sin darnos cuenta, creamos creencias en ellos, que, si no trabajamos de la forma correcta, quedarán en su personalidad de forma permanente, condicionando en muchas ocasiones las decisiones que tome, o las relaciones sociales. Crearemos niños con “profecías autocumplidas “y sin darnos cuenta aparecerá el efecto Pigmalión.
“ Las creencias y expectativas puestas en una persona, influyen en su rendimiento” y como siempre, los niños son los mas vulnerables ante estos efectos. Si un niño tiene dificultades para estudiar, y lo califico como vago, es muy probable que asuma ese rol, que aprenda a estar cómodo ahí, y que actúe como tal, como se espera de él. “ si soy vago, entonces no estudio”. Y es ahí, donde empiezan la mayoría de los fracasos escolares. En las etiquetas, en la pérdida de autoestima, de identidad. Al poner una etiqueta contribuimos a potenciar la conducta que queremos evitar. No tenemos en cuenta como se siente el niño, si tiene alguna dificultad de aprendizaje, o si se siente motivado.
Volvemos a las aulas. Los profesores, los grandes héroes y heroínas que tienen el gran poder de cambiar las cosas. De influir en los procesos de aprendizaje de incluso, los más vulnerables. El rendimiento de un alumno, y, en definitiva, su éxito, queda condicionado por las expectativas que los profesores depositan en sus alumnos.
El efecto Pigmalión, puede generar cambios en la actitud de una persona, para conseguir lo que desea. Debemos de ser “generadores de creencias positivas” hacia los niños, para que consigamos que aquello que creemos que sucederá, sucederá, si ponemos todo nuestro esfuerzo, nuestras ganas, nuestra ilusión y nuestro trabajo en que así sea.
Seamos responsables. Podemos cambiar vidas, y nuestra varita mágica es la educación. Olvidémonos de las etiquetas, de los “no va a poder” , “ no tiene la suficiente capacidad”. Muchos directores de las mejores multinacionales de este país, seguramente no eran los niños más listos de la clase, pero consiguieron crear las herramientas necesarias para creer en ellos mismos, fijarse metas, y estar lo suficientemente motivados ante una tarea para conseguir ser “el rey o la reina de la pista”. Y después de trabajar duro, creyendo que podrían conseguir lo que se hubieran propuesto, lo conseguirían. La profecía autocumplida. ( Y seguramente, detrás de ellos, también habría un equipo por detrás, de familia, profesionales, y gente a la que sentían apego, que depositaron su confianza en ellos, y que sabrían, que “ todo sería posible”.
Albert Einstein lo tenia clarísimo: “todos somos genios, pero si juzgas a un pez por su habilidad para trepar árboles, vivirá toda su vida pensando que es un inútil”.
Virginia Vicente- psicóloga infantil